Dos años estuvo para parir la voz, desde aquèl dìa que hizo pùblico y a escondidas su adicción, que con miedo o verguenza logró escupir finalmente a aquellos sonidos que sin forma se vieron perdidos ante la nueva buena, así y todo tratò de incorporarse a su cuerpo que colmado de ojos expectantes devolvían el fiel reflejo de aquella chica que desde el piso veían erguida a la izquierda del montaje, seriamente cerrò los ojos, prestaba silencio detràs de una melódica que despertaba su violencia, oía el piano de su infancia, el costo de la espera, las palabras àcidas mirando a la otra, ajena y desconocida virtuosa que en su presencia aguda grababa sus sonidos extranjeros.
Era de otra religión y lo disfrutaba, no ella que lo padecía por lo que la historia dicta sino la otra que es quièn se esconde en una tercera persona traicionera.
¨Y si sabía... dice para su interior sucio e insolente ciego, movía mi extremidad posterior del cuerpo, sì, aquella que se ubica cerca de la columna vertebral de algunos animales.¨