Los ojos que miro sin saber nada de La vestimenta que cubre el deseo, ni como luce en su cuerpo esbelto aquel cuaderno de color infante que acumula los insectos suaves al tacto, con un sabor que no se sabe como sabe.
Colmado de palabras y dulces, el día se pasa entero, como un tren que se deja perder al cruzar len ta men te un puente viejo y oxidado, se miran en un decirse mutuo ante el miedo que oculta la noche y la distancia de los tiempos disonantes que danzan frente los demàs observadores.
¿Acaso se habrá notado lo evidente?
También se escapa èl, me escapo yo...con los cabellos pequeños y ondulados que incluídos en un tè sin frutos, se bebe lo que la noche dió al morir o quizàs no dió màs que el entendimiento de las bajas temperaturas, aùn en esa confusa despedida ella sostiene la pregunta casi como cuando se lleva un ramo de flores secas inùtilmente, la memoria sigue intacta y el dolor de nuevo que aparece, cuando en soledad se espera la venida de aquèl transporte imaginario, que me conduce realmente a mi hogar lejano, dudaba de su existencia, pero abro los ojos de nuevo, los abro como si levantara una persiana en desuso, siento que tengo frío, también eso que nosè como se llama, unos guantes nuevos y las manos en los bolsillos.
No quiero oír la música silbando bajito ni las conversaciones circulares, quiero que todo eso que pensè suceda. Beber el deseo de mi invierno durante el mes próximo, caminar las cuadras incoherentes y correr si así lo pide la luna. Abrir la puerta, abrir la cama y cerrar los ojos lentamente, la cabeza herida tiñe un sweater de escote redondo. Muero yo con la última adquisición del silencio de la moda. Recuerdo su escote lucìa diferente, pero teníamos cosas en común, entre ellas los modales.
Y ahora qué... ¿pasaran màs años hasta la nueva vista o algunos meses para las pocas palabras?.