Viernes Veinte, a la tarde, rodeada de miedo convulsivo a decir una palabra, más que decir a viva voz como siempre, prefiero escribir màs de una., entonces pese a envolverme en una circularidad traicionera, logré despojar algunos de esos pensamientos que se instalaron en mi durante los últimos días, por un lado no lograba recordar con certeza a què o quièn me refería con la sustracción de valor que practico o quizàs solo no quiero admitir, el valor aditivo de X, de i griega o de Z.
Por momentos me torno impenetrable, por otros tan vulnerable, tan cerca de lo sensible que me confundo y ante un desdoblamiento de colores difusos, rondando los pensamientos absurdos, sacudida por un extrañamiento personal, sin el menor abrigo màs que el de las palabras rotas de un cuerpo que se abraza a si mismo con sus pequeñas manos desnudas, ya no hay guantes color bordó para este invierno que se avecina, la piel al descubierto se quiebra, sangra y como las hojas los ojos también se secan.
Es indecible lo que siente la memoria, mientras indeleble es la experiencia del verbopalabra que prefiero evitar, el cambio irremediable de vestimenta, de una concepción distinta del tiempo, de tintas, de plumas, del devenir, la contingencia.
Mientras observadora y Arthurdida,
No comprendo el idioma del resto. (no de la sustracción)
Me siento una extranjera cuando escucho palabras innecesarias, el lenguaje del silencio y la distancia, de aclarar lo que no es oscuro, no logro descrifrar razón de tal absurdo actuar.
Hay juegos en donde hablar no es necesario, sea la mímica o las escondidas, allì más de uno debería no decir. Màs de algùn idio ta debería hablar otro idio ma.