Aquella continuidadesiemprelomismo, que cierra sin dar paso ni lugar a algo que quiebre la dificultad para convertir palabras con o sin sentido en ese algo que hoy me produce el deseo de RENUNCIAR, y es màs que eso, de hecho renuncio. renuncié reanunciadamente en reiteradas ocasiones anticipando el gran momento en que les grite un día con buenos y malos modales que renuncio, pero de todas formas y colores quiero que sepan queridos lectores invisibles que yo ya he renunciado.
Nada, si ya está todo quemado, el fuego avanzó con altura, y las palabras tomaron la habitación, la distancia desesperada y anticipada como siempre, el amor propio, un espejo roto y un parto imaginario.
Force dijo la partera, que la niña nace muerta, si claro.. eso decìan aquellas voces que colmaban conversaciones de ascensores antiguos y precarios. Ruidosos subían y bajaban sin alguien que cierre la puerta con errores, ni que se mire en un espejo turbio con miedo de ver una sombra a su lado, una sombra que no existe màs, por que nuestro programa de televisión de cuarta fué apagado, como las mismas llamas que nos quemaron. Y esas sí solo fueron de primer grado, tan infantiles que dan verguenza las curaciones, pero asì y todo desde el hospital, viendo a los demàs en la continuidad de sus días con sus nuevas rutinas que me incluyen, desde allí afirmo con puño y letra en el rostro de quien se atreva a mirarme de cerca: Renuncio al papel de mujer hermética, todas las pestañas estàn atentas, las pupilas dilatadas y despegadas de mi misma.
No vuelvo a respetar distancias ridículas que encienden vínculos vacíos y círculares desgraciadamente conocidos ya, hubo una mutación importante, un silencio pronunciado, una araña en mi jabón a la mañana y esto que sucede que me pasa es porque no dí paso a la conversación que convierte, la que produce una metamorfosis sin fin, de nuevo he soñado con el sementerio, el tercero, y dije ya màs de una vez que se escribe con cè de casa, esta vez caminaba por un parque, un falcón rojo estaba estacionado, en su interior había un hombre mayor de edad con una boina y me miraba de reojo. Tenía miedo, seguí caminando, bajo un escalón por el costado izquierdo cruzo un pasillo amplio y blanco, era de noche y allí estaban los nichos, esta vez sí había flores. Recibo un llamado telefónico, el hombre me dice algo mientras una mujer de frente con mímicas me dijo otra cosa. A B C ementerio, ya son tres y es la tercera vez que sueño.